Como testigos mudos de una civilización perdida, las ciudades aún guardan muchos misterios sin resolver entre sus muros. Los mayas habitaron la Península de Yucatán. Su cultura se desarrolla en un territorio que tiene su centro en Guatemala y se extiende hacia Belice, y parte de México, El Salvador y Honduras. Alcanzó su máximo desarrollo durante el primer milenio antes de nuestra era, cuando los reyes se convierten en divinidades y gobiernan ciudades como Tikal, Palenque, Copán o Calakmul.
LA CREACIÓN DEL MUNDO MAYA
El Popol Vuh, recoge el mito de la creación. Cuando no había nada más que silencio y vacío, los dioses, ocultos en el océano profundo, se reunieron un día y llenaron la tierra de montañas, valles, ríos y lagos. Pronunciando su nombre, crearon a los animales que son los guardianes de bosques y montañas.
Como a los pioneros de la investigación, en la primera sala nos sorprende la arquitectura monumental de las pirámides evocadas en el montaje, y nos asombra que se puedan descifrar los secretos de una escritura jeroglífica dispuesta en estelas, dinteles, altares o en preciosos recipientes de cerámica.
La cultura maya es compleja. Su economía se sustenta en la agricultura y el comercio, realizado a golpe de porteador. En las milpas, o huertos cercanos a las viviendas, se cultiva con una técnica propia la calabaza, el frijol y el maíz, producto éste tan esencial que es evocado en su deidad principal, el Dios el Maíz. Para el abastecimiento del agua en la temporada seca, realizaron eficaces construcciones hidráulicas. El cacao alcanzó un valor especial, en sus celebraciones y también como elemento de intercambio. La vida se regía por la exactitud de sus calendarios, basados en un conocimiento matemático y astronómico excepcional.
En el centro de la superficie de este altar se observa al gobernante K’awiil Yopaat de Quiriguá, cuya imagen representa el día AJAW, “Regente“. Por encima de su cabeza aparecen dos barras numéricas que en origen iban acompañas de dos puntos, en la actualidad erosionados, formando un número. Junto con la imagen del rey como signo del día AJAW se ha representado la fecha calendárica 12 Ajaw, correspondiente al final del periodo de un K’atun 12 Ajaw 8 Kej 9.11.0.0.0 (14 de octubre del 652 d.C.).
Otra fecha, 9 Chuen 14 Zec, correspondiente al 2 de junio del 653 d.C., se refiere a la visita del Rey de Quiriguá a Copán, para reunirse con su superior, K’ahk’ Uti’ Witz’ K’awiil, el duodécimo rey de Copán.
Esta tapa de un incensario en forma de una deidad de cacao está cubierta en su totalidad con granos de cacao hechos de barro. La tapa presenta una perforación en el cuello de la deidad a través de la cual se inhalaba el humo del incienso encendido en su interior. La figura de la deidad muestra detalles muy finos y sostiene con ambas manos una caja con frutos de cacao.
Este característico incensario tipo “teatro” se compone de dos partes, muestra una figura humana, o más bien una máscara, sobre un pequeño escenario que evoca la fachada de un templo. La máscara lleva orejeras y un gran collar, así como una nariguera en forma de T cubriendo su boca.
Sobre este panel se encuentran un total de 160 bloques jeroglíficos esculpidos en altorrelieve, organizados en ocho columnas dobles de 20 bloques de glifos cada una. Originalmente, existía otro panel en Cancuén que exhibía la primera parte de un amplio texto, del cual el presente panel formaba la continuación. Lamentablemente, fue expoliado y no ha sido localizado hasta el momento.
Esta parte conservada de la inscripción fue dedicada por el rey Taj Chan Ahk. El primer evento mencionado en el panel tuvo lugar en el año 652 “en compañía de Yukno’m Ch’een” de Calakmul, en adelante, el texto habla de la entronización del nuevo rey de Cancuén en el año 656 d.C. Este pasaje del texto es sumamente interesante ya que se menciona explícitamente que el nuevo gobernante, de nombre K’ib Ajaw, recibió sus insignias de realeza de la mano del propio Yukno’m Ch’een de Calakmul. Esto significa que la ciudad de Cancuén en ese tiempo ya era subordinada de la gran Calakmul, ubicada a más de 250 kilómetros de distancia.
A pesar de que los glifos que rodean al Dios de Maíz bailando no son legibles, este plato se puede atribuir al estilo de Uaxactún por la elegancia de la línea y los detalles cuidadosamente pintados
Sobre esta vasija se representó una parte del mito de los héroes gemelos. X’balanke, uno de los gemelos, era quemado y pulverizado durante el acto del auto-sacrificio. Su ceniza se dispersaba por un río, donde tomaba la forma de un pez recuperando el aire y la tierra a través del estómago de una garza blanca.
EL ESPLENDOR Y COLAPSO DE LA CULTURA MAYA
Las “bóvedas” caracterizan el interior del templo maya. De su estructura se basa este segundo gran ambiente, donde se aborda el apogeo de la cultura en el llamado Periodo Clásico, con el desarrollo de grandes de ciudades como Tikal y Calakmul, sus monumentales palacios, la importancia del rey divinizado y su corte de nobles, escribas, músicos y sirvientes.
Los soberanos llegarán a dividir el territorio rivalizando en riqueza y poder, llevando a cabo alianzas y guerras. Las representaciones sobre los dioses y sus ritos, demuestran la importancia de un mundo simbólico compuesto por numerosas deidades a las que se adoraba mediante rituales, que incluían ofrendas, danzas e incluso sacrificios de sangre. Entre el 800 y 1000 la edad de oro de esta gran cultura llegó a su fin. Las sucesivas guerras y el aumento de las sequías llevaron al colapso de la sociedad, con el abandono de las ciudades. La cultura maya continuará bajo nuevas formas. En el periodo Postclásico urbes como Chichen Itzá y Mayapán serán importantes centros comerciales.
Aparte de la impresionante cantidad de monumentos y estelas que el rey ‘Pájaro Jaguar’ erigió en su ciudad residencial de Yaxchilán, se conocen varios monumentos que ordenó esculpir en otras ciudades.
Uno de éstos es este dintel de La Pasadita, en el que se muestra al gobernante ‘Pájaro Jaguar’ de Yaxchilán en la parte derecha de la imagen. Sus títulos en la inscripción incluyen el Glifo Emblema de Yaxchilán (k’uhul kaj[?] ajaw k’uhul pa’chan ajaw) y la designación “el de los 20 prisioneros”. Un vasallo, llamado Tiloom, está parado frente al rey y le presenta un cautivo atado, de nombre T’ul Chi’ik (“Conejo-oso hormiguero‘). Según el texto que acompaña la escena, este evento ocurrió el día 9 Chuwen 6 Yaxk’in, correspondiente al 8 de junio del año 759. Tiloom fue un aliado importante de ‘Pájaro-Jaguar’ en tiempos turbulentos, cuando el rey de Yaxchilán estaba asegurando su supremacía en la región del río Usumacinta contra sus archienemigos de Piedras Negras.
Este incensario simboliza el árbol del mundo. La cara pertenece al Dios Jaguar del inframundo que lleva un tocado con el pájaro Itzamnaaj Yax Kokaj Muut.
Las máscaras de jade fueron valiosas ofrendas funerarias en los entierros de reyes y miembros de la más alta nobleza. Grandes máscaras cubrían los rostros de los difuntos, mientras que máscaras más pequeñas, como en el presente caso, adornaban los cinturones o formaban parte de los tocados.
Este plato, con la representación de la cabeza de una deidad pintada en su fondo, fue hallado en la Tumba 30 de Dos Pilas y se atribuye al gobernante Itzamnaaj K’awiil, quien murió en el año 726. La inscripción menciona el nombre del gobernante de la cuidad real de Motul de San José, conocido como Tayal Chan K’inich. Es factible pensar que el gobernante hiciese entrega de este plato como ofrenda durante las ceremonias funerarias.
El motivo pictórico muestra dos representaciones del Dios del Maíz, bailando con una persona que sufre enanismo. En su cabeza porta un llamativo “tocado ciempiés” y una concha del tipo Spondylus cubre sus genitales. El texto dedicatorio indica que la vasija fue utilizada para tomar Iximte’el -cacao- y que pertenecía a U Chan Sak Bolay, “Captor del joven/ Captor del felino blanco”.
LAS MUJERES Y HOMBRES DEL MAÍZ
Tras los animales, los dioses crearon a los primeros seres humanos a partir del maíz. El cielo con el azul característico de la cultura maya y los volúmenes de sus construcciones, cubren el ambiente de la tercera sala. Es el turno de la contemplación de las grandes realizaciones pétreas: estelas, paneles y esculturas monumentales, y de acercarse a las profundas creencias de aquella cultura a partir de la comprensión de las pinturas de San Bartolo.
La escultura monumental del hombre con atributos de jaguar, emulando la postura de acecho del felino, anticipa la contemplación de distintas escenas recogidas en impresionantes estelas, como rituales de Ceibal, o de Dos Pilas que muestra al joven Rey en pleno ritual de sacrifico de sangre. El poder del soberano se hace ver en los atributos que caracterizan al de Calakmul y Machaquilá. El rey jugador de Pelota, y el de Lacanha como Dios del Maíz, advierten de la enorme importancia del soberano en el universo social maya, imágenes que contrastan con la de un cautivo atado, de rodillas y despojado de su estatus, a punto de ser sacrificado, ejemplo y propaganda de la victoria en batalla.
Esta escultura representa a un hombre enmascarado, vestido con un taparrabo y una falda, yaciendo sobre su vientre en una postura acechante, semejando a un felino al cazar.
El personaje porta atributos propios de un jaguar, característico por las típicas manchas de piel de jaguar pintadas sobre su taparrabo, la máscara con un inconfundible hocico con colmillos, la típica forma de las orejas, así como las volutas que emergen de las comisuras de la boca. No es posible saber si el hombre-jaguar está cazando, luchando en una batalla o si realiza un ritual relacionado con estos temas. Aunque posiblemente se trate de un contexto ritual, ya que lleva un collar tan elaborado que representaría un obstáculo durante la guerra o la caza. Es muy probable que en algún momento esta escultura formara parte de un programa escultórico más amplio.
Fue hallada durante trabajos de construcción a mediados de los 1990 al suroeste del lago Petén Itzá, y para salvarla de manera más fácil se cortó a la mitad. En el proceso se rompió parte de la cabeza, aun así, salvo por la frente todos los detalles son originales.
Erigida en el año 807, la Estela 1 de La Amelia es cronológicamente el último monumento conocido hasta ahora de la región del Petexbatún, en ella aparece la representación de un gobernante que se hizo retratar con el glifo emblema de la dinastía de Mutal (Tikal).
En el centro el rey Lachan K’awiil Ajaw Boot baila sobre un jaguar, llevando un tocado con la “Serpiente Lirio Acuático” y la máscara de un ciempiés. El resto de su indumentaria recuerda mucho a las vestimentas propias de los jugadores de pelota. La combinación pictórica de un gobernante bailando con prendas de jugador de pelota indica una conexión ritual entre el juego de pelota y la danza.
Originalmente, esta estela, junto con su contraparte, la Estela 2 de La Amelia, flanqueaba la escalinata del costado sur de la acrópolis principal de la ciudad. Así, el término “estela” no es del todo correcto para este monumento, ya que en realidad se trata de un panel.
Esta estela es un caso ejemplar del estilo híbrido propio del Clásico Terminal que combina expresiones artísticas del Clásico maya con nuevos motivos del Centro de México. La división de la cara frontal de la estela en tres secciones es característico de este estilo del Clásico Terminal.
En el registro superior se representaron dos personas gesticulando con las caras cubiertas con una máscara del Dios Tláloc, una deidad importante del Centro de México. Por encima de su cabeza se observan dos jeroglíficos calendáricos en estilo mexicano: 7 Sipaktli y 5 Sipaktli.
En la sección central se ve a un personaje parado frente a una montaña decorada con joyería, En el centro de la cual, aparece el umbral de una cueva en forma de una gran boca abierta. En su mano derecha el personaje sostiene el glifo 1-YAX-K’AN, que significa “abundancia” y “riqueza”. Por debajo de la mano hay tres glifos adicionales, de los cuales los primeros dos expresan la fecha 1 Ok 8 K’ank’in (10.2.5.3.10), que se refiere a un día del año 874 d.C.
En la escena inferior se observa a dos músicos sentados con las piernas cruzadas. La división de la cara principal y la influencia mexicana diferencian marcadamente a este monumento de las estelas de los reyes divinos del Clásico. El cambio se explica por el colapso de la realeza divina y por la desestabilización de las Tierras Bajas.
Con frecuencia, los reyes encargaban estelas para conmemorar acontecimientos relevantes en su vida. Con esta estela, Siyaj K’in Chaak II, rey de la ciudad de Machaquilá (Guatemala), pretendía inmortalizar su acceso al trono. El rey aparece con atributos y prendas de vestir que denotan su dignidad divina, porta un cetro en la mano y sus ropajes ponen de manifiesto su pertenencia a la realeza. El ornamento de la diadema, probablemente de jade, es una representación del dios Hu’un y el tocado está decorado con un nenúfar floreciente, que mordisquea un pececito. Las valiosas plumas quetzal, los grandes pendientes y una falda de piel de jaguar realzan aún más su aspecto regio.
La inscripción que aparece sobre la cabeza del rey comienza con la fecha de su subida al trono, el 4 de abril del año 815, con la frase “se ciñó la diadema real a la cabeza” y el nombre, Siyaj K’in Chaak II. A continuación, la inscripción enumera diversos títulos reales; entre ellos, el jugador de pelota Wite’na, divino rey de Machaquilá, y Kalo’mte, el título real más exclusivo de todos.
La Estela 89 representa al rey Yukno’m Took’ K’awiil de Calakmul ricamente ataviado, con grandes orejeras de jade, un pectoral elaborado, un cetro K’awiil en la mano derecha y un escudo con la cara del Dios Jaguar del Inframundo en su mano izquierda. Lleva una capa hecha de largas cuentas tubulares de jade y su taparrabo presenta como elemento central una máscara de cinturón, probablemente también hecha de jade. Su peinado está cubierto por un tocado de tela, fijado en la región occipital. Por debajo del rey se distingue un prisionero, tirado en el suelo, cuyo nombre, lamentablemente está tan dañado que, es indescifrable.
Frente al gobernante se observa a un enano que lleva el mismo tocado peculiar del gobernante. Según la fecha sobre la estela, el evento representado tuvo lugar en día 9.15.0.0.17, correspondiente al 4 de septiembre del 731 d.C. El texto finamente inciso en el fondo de la estela a la altura de la cabeza del rey, menciona los nombres de dos nobles, que regalaron esta estela al gobernante de Calakmul. Uno de ellos es Sak Ikin (‘Búho Blanco’) de la familia de los Chatahn Winik. El otro se llama Tzak Bahlam y viene de Uxul, la ciudad que desde el 2009 está bajo investigación de arqueólogos de la Universidad de Bonn. Con este ejemplo se puede demostrar cómo gobernantes y nobles subordinados trataron de asegurar la benevolencia de sus superiores al hacerles regalos valiosos.
La exposición recoge una muestra fotográfica y audiovisual de las importantes investigaciones españolas sobre la Cultura Maya
El precedente de las intervenciones arqueológicas actuales se remonta al s. XVIII, cuando Carlos III impulsa la exploración de la ciudad en ruinas de Palenque (México).
En el s. XX, tras distintas investigaciones en territorio guatemalteco, los trabajos encontraron su continuidad en México, destacando las actuaciones arqueológicas llevadas a cabo en Oxkintok (1986-1991), una de las ciudades mayas más grandes e influyentes del norte de la península del Yucatán, ocupada desde el s. VI. a. C., cuya excavación se acompañó de un programa de consolidación de importantes conjuntos arquitectónicos, facilitando así su visita.
En Guatemala, de 1992 a 1996 tuvo lugar el importante proyecto de restauración arquitectónica del llamado Templo I “Gran Jaguar” de Tikal. Muy afectado en su conservación, las complejas intervenciones permitieron devolver la solidez a la construcción que acogiera los restos del Rey Jasaw Chan K’awiil I, a quien en 695 se le atribuye la derrota definitiva de la ciudad de Calakmul, la gran rival de Tikal. La exposición recrea esta estructura, de unos 45 m de altura, elaborada con piedra caliza, máximo exponente de la arquitectura precolombina en Guatemala y auténtico símbolo de la Cultura Maya.
Del s. XXI es el Proyecto Arqueológico La Blanca-Chilonché, desarrollado en la actualidad y desde 2004 en la cuenca del río Mopán (Petén, Guatemala), con la triple intención de emprender la investigación de los sitios mayas pertenecientes a la subcuenca del río Salsipuedes; conservar y poner en valor el patrimonio cultural y natural de estos asentamientos urbanos en un medio selvático con arquitectura monumental a los efectos de hacerlos visitables, y contribuir al desarrollo económico y social de las comunidades cercanas a los sitios arqueológicos mediante un proceso de rescate y gestión cultural de los recursos patrimoniales. Valiéndose de una tecnología de vanguardia, las excavaciones extensivas en La Blanca y Chilonché han permitido sacar a la luz edificaciones palaciegas de gran calidad arquitectónica, como el Palacio de Oriente de La Blanca que posee la bóveda más ancha hasta ahora documentada en Petén o las excepcionales pinturas murales de la Acrópolis de Chilonché.
- Museo Arqueológico de Alicante – MARQ
- Más información sobre la Exposición de Mayas en el MARQ
Emilio Sanz / Pilar Sánchez (ArqueoTrip © – 2017 #TurismoCultural #EscapadaCultural)